CANTO PARA UN NIÑO MUERTO
"A la nanita nana nanita ella / Mi niño tiene sueño, bendito sea".
¿Cuándo fue la última vez que una nana meció sus miedos y sus noches? Quizás nunca hubo una primera vez; quizás, tuvo sus nanas y sus caricias, pero los golpes fueron quebrando sus días de paz, hasta que quebraron su cuerpo. Quizás la melodía de una madre fue un bálsamo entre heridas, o quizás nunca gozó de ese dulce lenguaje. Quizás solo fue un pequeño superviviente, en los tiempos de la cólera y la ira, pero la ira y la cólera le ganaron la partida. Quizás, sólo quizás, algún día lo amaron, pero sus cuencas ahora vacías ya no tienen lágrimas para llorar los días que lo odiaron. Quizás fue un niño que nunca tuvo una oportunidad. Pero, con todo, su muerte es una llaga en el corazón de la conciencia, una vergüenza en nuestra cara, un agujero negro en nuestra responsabilidad. Otro niño. Otro maltrato. Otro grito desgarrador en la nada. Y otro fracaso. Sonoro, indecente, cruel, trágico fracaso. Cuando un niño de nueve meses muere a golpes, se apagan las luces de las ciudades, se oscurecen las calles y las plazas, se tiñen de negro las almas, desaparece el mundo. Y, sin embargo, nada se inmuta en el mundo. Ni que sea por ello, por poner palabras al grito, por poner llanto al vacío, escribo este artículo con dolor y con rabia, sin objetividad, ni neutralidad analítica, tomando partido, como diría el poeta, partido hasta mancharme. Tomando partido por un niño roto.
¿Qué ha fallado? Otra vez, por enésima vez, la pregunta. Con el caso de la pequeña Alba -atada para siempre a las máquinas que le permitirán respirar, aunque nunca podrá hablar, ni jugar-, nos interrogamos hasta el detalle, recorrimos todos los fallos, nos indignamos con todas las imprevisiones, y finalmente llegamos a conclusiones sesudas. Los servicios sociales habían alertado del riesgo, la Generalitat sabía, la policía sabía, el juzgado sabía, y todos durmieron el sueño de los irresponsables. Pero no volvería a pasar. Y aunque algunos alzamos la voz para reclamar una ley integral del Menor, único instrumento serio para combatir integralmente el maltrato infantil, nos aseguraron que no hacía falta, que habían perpetrado un magnífico protocolo y que nunca más se equivocarían. Si se producía alerta de riesgo, habría actuación rápida. Pero llegó Claudia, con su coma en presente, y sus fracturas de fémur en pasado, y otra vez no supimos dónde habíamos fallado. Sólo los médicos habían cumplido adecuadamente, alertando, avisando. Y después una niña nigeriana de cinco años, cuyo nombre nunca supimos, apareció en el hospital Vall d'Hebron con penetración vaginal y anal. No era la primera vez, y nos aseguraron que el protocolo había funcionado. Que habían investigado, que no encontraron culpables, que podía volver con la familia, que..., y llegó la segunda vez.
Ahora, tenemos un bebé de nueve meses cosido a golpes, y en las pantallas de los televisores se agolpan vecinos que hablan de su extrema suciedad, de los moratones conocidos, de lo previsible. Como si fuera la crónica de una muerte anunciada, ahora sabemos que todo el mundo lo sabía...
Y para aumentar la indignación, aparece la abuela paterna asegurando que avisó a los servicios sociales de la muy noble ciudad de Vilanova i la Geltrú, y los muy nobles servicios de la muy noble ciudad ni tan sólo se personaron para conocer la situación en que vivía el niño. Dice la abuela que nunca fue atendida su llamada de auxilio. Si es así, el comunicado que ha enviado el Ayuntamiento de Vilanova no tiene pérdida. No tiene pérdida lo vergonzante que es. Dice el muy noble Ayuntamiento de la muy noble ciudad en su noble comunicado: "El Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú lamenta profundamente la trágica muerte del bebé de nueve meses... Con la voluntad de no interferir en el trabajo policial, no hará ninguna declaración, ya que los hechos están en proceso de investigación. Asimismo, el Ayuntamiento quiere poner de manifiesto la conmoción que este hecho supone para la ciudad".
Pero ¿qué se han creído que es un Ayuntamiento? Nadie les pide que se conmuevan o lamenten, ese es patrimonio de cada uno. Lo que se les exige es que cumplan con su responsabilidad social y que, si tienen denuncias de posibles malos tratos a menores, las atiendan con celeridad. Tenemos el derecho democrático a saber si este ayuntamiento tuvo alertas que no atendió y si funcionaron mal sus servicios sociales, y negar esta información, en aras de la investigación, es escurrir soezmente el bulto. Como tantas veces en casos de esta sensible naturaleza. De escándalo.
La cuestión es tan de fondo, que marca la buena o mala salud de una sociedad. Y aunque se han hecho protocolos y se han mejorado actuaciones, el reguero de maltratos que podían haberse evitado sigue goteando trágicamente. Fallan los tiempos -un día de más, en un niño maltratado, puede significar la muerte-, falla la coordinación, falla la responsabilidad pública. Y auguro que, mientras no tengamos una ley integral del Menor, la improvisación seguirá produciendo tragedias.
"Dorm petit / la mare et bressa / cal que creixis ben depressa...".
Pilar Rahola : La Vanguardia. Barcelona.
Pilar Rahola : La Vanguardia. Barcelona.
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